martes, 17 de diciembre de 2013

CLAUDIA BENLLOCH


Nace en Madrid en Julio de 1992, para atravesar el curso de esos etéreos años de infancia y su posterior y más revuelto derivado adolescente en El Escorial, pueblo que la vio crecer entre tardes de pipas en bancos de parque y largos paseos montañosos por la Sierra de Guadarrama. Del pequeño pueblito madrileño se marcha a terminar el Bachillerato a Tollhouse, California, donde reside un año costoso en el seno de la América rural. En 2010 comienza a estudiar Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos, carrera ahora mismo en el vórtice de su finalización. Entre medias de sus estudios académicos, trabaja tres meses en Londres poniendo etiquetas a ratones (de plástico) en las profundidades del almacén de una macrotienda de informática. Viaja también durante casi un mes por todo el territorio de Marruecos y el Sahara en un programa de cooperación para jóvenes de la Comunidad de Madrid.
En el terrero de la escritura, tras dejar atrás la primera etapa de febriles y retorcidos textos adolescentes, comienza, progresivamente, a ir explorando a pequeñas andadas los parajes de la narrativa corta, el teatro y la poesía. Tiene dos poemarios, sin publicar ninguno: “Veinte poemas de desamor y una canción esperanzada”, homenaje nerudiano puesto del revés, y escrito a cuatro manos con su amiga y compañera universitaria Nerea Crespo Díez; y “Eléctricos Reclamos”, compilación de sus últimos poemas de temática sentimental, en un tono más oscuro y realista.
Reacia a la exposición en Internet y poco amante de los “métodos de difusión web posmodernos”, dentro de la Red sólo se pueden encontrar un par de escritos literarios suyos en la página de difusión cultural La Sala 101.
En la actualidad, colabora con el programa radiofónico 101 Cubos, que se retransmite desde Radio Vallekas el primer viernes de cada mes, y en el que lleva la sección de radio-teatro, escribiendo, dirigiendo e interpretando obras propias de corta duración.
Sus aspiraciones profesionales futuras tienen la mirilla (del deseo) puesta en el cine, el otro Arte que se disputa el reinado modesto de su pasión creativa, siendo de todas formas la literatura su “alimento metafísico por antonomasia”.

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