lunes, 15 de diciembre de 2014

Claro está que hay heridas pequeñas...

Claro está que hay heridas pequeñas,
apenas una gota de sangre las señala,
claro está que hay fracasos mayores,
la franca enfermedad,
el trágico desastre
y las piedras clavadas en la superficie de la luna.

Hay heridas de muy poca importancia,
trabajos del desdén que elaboran su niebla y su ruina
en pequeños alvéolos; el mortal que las sufre
las lleva como amigas, como lleva su flor en la solapa.

Son heridas comunes, una contrariedad que a nadie mata:
espinas para el tacto, labranza de pequeños gusanos
que desgastan la piel, pero no la destruyen.

Nadie muere de heridas tan pequeñas,
le van royendo a uno poco a poco
y uno se hace mayor y se hace hermano
de esos leves picores.

Acaban reemplazando al ser,
entrando en sus radiografías;
quién sabe si la muerte
es la forma final de su triunfo,

o es el triunfo del ser, que se ha librado de ellas.

Juan Antonio Marín

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